viernes, 26 de abril de 2013

Quizas lo he conseguido.


Hola, ¿qué tal? Cuánto tiempo sin escribirte, ¿no? Quizá es una señal. Yo estoy bien, ya me ves, aquí tirada entre el desastre que me dejó tu voz. Siento escribirte. Siento volver a molestarte. Pero es que hoy necesitaba hacerlo. Necesitaba recordar como eras, como empezó todo, como terminó,… Aún sigo buscando una respuesta que me convenza del todo a la misma pregunta que me hacía hace un año: ¿por qué?
 ¿Por qué te fuiste dejándome de lado? ¿Por qué no me avisaste de que eso no era verdad? ¿Por qué no me advertiste de que jugarías conmigo, de que me harías daño? ¿Por qué? ¿Por qué?
 Me desordenaste, me volviste a ordenar, me desordenaste, me rompiste, me arreglaste, me volviste a romper. Y acabé sin ti. Jodida.
 ¿A cuántas chicas les habrá pasado esto mismo que me ha pasado a mí contigo? Seguro que a miles más.
 Me he cansado de acordarme cada 17 de que me dijiste que me amabas. De que pasaba el tiempo y todo era más bonito hasta que desapareciste. De que todo fue por mi culpa. Te creí. Te creí y acabé así. Todo mi culpa. Como siempre. Me he cansado de tener que llorar sin tu hombro. Y por ti.
 Supongo que he acabado tan cansada que he decidido mantenerte aquí. En alguna parte de mi cuerpo. Sé que sigues conmigo. Pero te prohíbo salir de donde estés. No me gustaría volver a pasar todo lo que pasé ya una vez por ti. ¿Te haces a la idea de lo mucho que sufrí y sufro por tu culpa? Claro que no. Aunque creas que olvidándome de que existes, (o intentándolo) voy a olvidar todo lo que pasó por mi corazón cuando te vi, no es así.
 Has tenido la culpa de muchos destrozos que me he hecho a mí misma. Tu frasecita de “encontraré a miles mejores que tú” sigue dando caña por mis pensamientos. Aunque tú ya no estés. Aunque hayas desparecido haciendo ese “¡Puf!”. ¿Cómo pude ser tan gilipollas? ¿Por qué te creí? Vuelven las preguntas…
 También has tenido la culpa de que ya no crea en las promesas que me hacen. Miles de veces, amigos que tengo aquí y allá, me han dicho “te ayudaré”, y siempre acabo perdiéndoles por mi culpa… más bien por culpa de mi inseguridad. Vuelve el miedo… vuelve el miedo a recordarme que si sigo enamorándome tanto, él me va a hacer daño.
 Necesito contarte algo. Siento como que te estoy engañando. Así que necesito decírtelo. Estoy saliendo con un chico. Sí, yo. Aún me acuerdo de que me dijiste que no lo conseguiría… Estoy cien por cien segura de que él me ama tanto o más de lo que me dice. Estoy convencida de que esto durará. Pero, ¿quién sabe? También lo estaba con lo nuestro. También estuve convencida de que lo nuestro volvería a revivir, tres meses después de que desaparecieras… ¿Y si me hace daño? ¿Y si este chico me hace daño? Como tú. Tú también me dijiste que no eras como los demás. Y mira. Él me ha prometido París, me ha prometido una boda, me ha prometido un futuro… ¿qué hago? Le creo, no le creo, le creo, no le creo… hojas de margaritas que caen mientras paseo cerca del río. Otra vez aquí. He llegado al mismo sitio de siempre. El sitio donde vuelan las promesas rotas, promesas que se esfuman como se esfuman estos pétalos que se resbalan entre mis dedos, como lágrimas. Miles de lágrimas que han rozado una y otra vez mis mejillas. Aún me acuerdo de ti. Qué gracia, ¿no? Han pasado tantas cosas desde que te fuiste… No tengo tiempo para contarte todo, o quizá sí. Pero la verdad es que no me apetece. No me apetece volver a recordar todo una vez más… ya no. Mira, me da igual con quién, ¿vale? Me da igual si es con Omar, con mis gatos, con mi familia, o con quién sea, pero me merezco ser feliz. Me merezco olvidar el daño que me has hecho. Todas las heridas que dejaste en mi interior, por aquí… por aquí dentro… ¿sabes? En realidad creo que me has enseñado a no ilusionarme… a hacer promesas que valgan la pena, que sepa que puedo cumplir. A no olvidar… quizá también.
 Quizá lo he conseguido, lo de olvidarte, digo. O quizá no. Esto no es una despedida… no creo. Porque volveré a necesitarte, volveré a sentirme sola, y volveré a sentir la necesidad de escribirte.
 No te echo de menos… pero sí que me haces falta. Siempre. Me has dejado un vacío que puede que esa personita sepa llenar del todo. Que puede que sí que esté consiguiendo que me vuelva a enamorar, más que de ti. Sí, lo estoy. Lo estoy al 100%. Me ha enamorado. Y por eso vuelvo a tener miedo una vez más. A que me falle, cómo no.
 Toca la despedida. Es curioso. Siempre nos estamos despidiendo. ¿Fue un adiós de verdad, no? Sí. Este también es un adiós de verdad… ¿A quién quiero engañar? Volveré a caer. Volveré a recordar todo. Como cada 17 de Febrero. Me destrozaste “San Valentín”. Gracias. Por haberme hecho daño. Fuiste el primero. El que más dolió. Enhorabuena, campeón. Tú lo has conseguido. Igual que yo he conseguido superar todo esto.